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La romantización del trauma

¿De verdad el dolor te hace más fuerte?


“Todo pasa por o para algo”, me dijeron cuando sentía que no quedaba nada.

Vivimos en un mundo que convierte las heridas en hashtags, las cicatrices en contenido y el sufrimiento en narrativa de crecimiento. Nos lo repiten en frases enmarcadas, discursos de graduación y reels motivacionales:


“El dolor te vuelve más fuerte.” “Todo pasa por algo. “Sin sufrimiento no hay transformación.”

Y aunque esas frases pueden tener una función: calmar, consolar, dar sentido, también pueden convertirse en una trampa emocional y social cuando nos obligan a encontrar belleza en lo que simplemente fue injusto, que haber sí te vuelven más fuerte jaja pero se vuelven una trampa por la misma razón.


  • Según la American Psychological Association (APA, 2022), no todas las personas que atraviesan traumas desarrollan resiliencia. De hecho, muchas desarrollan trastornos como depresión, ansiedad, estrés postraumático o disociación crónica.

  • Un estudio de Harvard (Bonanno et al., 2021) encontró que solo entre el 30 y el 60% de las personas logran integrar su experiencia traumática de manera positiva. El resto vive con consecuencias persistentes, a veces invisibles pero limitantes.

  • En México, más del 40% de las mujeres ha experimentado algún tipo de violencia en sus relaciones (INEGI, 2023), pero muchas siguen escuchando que “algo aprendieron” de eso. ¿Aprender a sobrevivir justifica que alguien haya tenido que hacerlo?

 

¿Por qué romantizamos el trauma?

Porque nos enseñaron que si le damos “sentido” al dolor, duele menos. Porque al decir que “todo pasa por algo” evitamos hablar de los sistemas que fallaron: familias ausentes, gobiernos indiferentes, entornos violentos, silencios generacionales. Nos incomoda admitir que hay sufrimientos que no debieron pasar nunca. Entonces, los transformamos en relatos inspiradores y aunque eso puede sanar, también puede encubrir.

Una vez, una persona cercana me dijo que era “admirable” lo bien que había manejado una situación traumática. Me dijo que “todo lo que viví me había hecho más fuerte”. Y aunque agradecí sus palabras, me quedé pensando:


¿Y si no quería ser fuerte? ¿Y si solo quería no haber pasado por eso?

Durante mucho tiempo, me presioné para encontrarle sentido a todo. Para escribirlo bonito. Para narrarlo como historia de superación. Y en parte lo hice y lo sigo haciendo. Pero también entendí que sanar no es embellecer la herida, es verla sin filtros y que hay cosas que no tienen moraleja, solo memoria.


¿Qué consecuencias tiene este discurso?


  1. Silencia el dolor real: se espera que “aprendas” de lo que te destruyó, no que te quejes, que tampoco invito a que lo hagan, es prudente sentirlo, analizarlo, digerir y compartir lo aprendido. No lo digo yo lo dicen profesionales en el tema. García, F. E., & Valdez, C. (2019), Brown, B. (2015), Cyrulnik, B. (2009).

  2. Evita señalar estructuras: transforma injusticias en “enseñanzas personales” y evita el debate social. Una de las consecuencias más peligrosas de romantizar el trauma es que traslada la responsabilidad del daño desde lo colectivo hacia lo individual. En lugar de cuestionar las raíces del sufrimiento, se le pide a la persona que sufra “mejor”, que transforme su herida en una historia de superación.

  3. Obliga a acelerar procesos de sanación: si “todo tiene sentido”, ¿por qué sigues roto?


    ¿Qué dicen los expertos? Dr. Gabor Maté, experto en trauma y salud mental, explica que la represión emocional es uno de los grandes detonadores de enfermedades crónicas y mentales. La autoexigencia de “estar bien” puede enfermar más que el dolor mismo. Asi mismo

    Harvard Health Publishing (2021) advierte que acelerar los procesos de sanación emocional sin haber validado primero el dolor puede conducir a una falsa recuperación, ansiedad, estrés acumulado y burnout emocional y por último pero no menos importante Brené Brown señala en The Gifts of Imperfection que uno de los grandes mitos es que “sanar” equivale a “sentirse feliz”, cuando en realidad, sanar muchas veces significa sentirse por completo, incluso cuando eso implica sentir cosas difíciles.


Entonces, ¿cómo nos relacionamos con el trauma de otra manera?

  • Aceptando que no todo dolor es transformador, y aún así, merece acompañamiento.

  • Dejando de exigir a las personas que sean “resilientes”, y mejor ofreciendo entornos seguros.

  • Reconociendo que el trauma no siempre deja un regalo. A veces solo deja marcas y eso esta bien también.


Frases que ya no deberíamos decir:

  • “Eso te hizo más fuerte”

  • “Seguro aprendiste algo”

  • “Todo es parte de tu crecimiento”

  • “Dios te lo mandó porque sabía que podías con eso”

Y en cambio, podríamos decir:

  • “Eso no debió pasar, pero estoy contigo”

  • “No tienes que encontrarle sentido ahora”

  • “Puedes estar enojado, triste, roto. Aquí estoy.”

  • “Tu dolor merece espacio, aunque no tenga explicación”


No todo trauma es una lección . No todo dolor es una puerta a algo mejor.

Y eso está bien, lo importante no es transformar todo en belleza, sino aprender a mirar lo feo sin dejar de ser humanos y esto es de las cosas más retadoras que como seres humanos vamos a experimentar, porque mirar "lo feo", el dolor, la injusticia, la pérdida, el trauma, la violencia, sin disfrazarlo, sin romantizarlo y sin cerrarse emocionalmente, es uno de los actos más valientes del alma.


Ahora la pregunta que se estarán preguntando ¿Cómo se aprende a mirar lo feo sin dejar de ser humanos?


1. No minimizar ni exagerar: nombrar con honestidad

En vez de decir “no fue para tanto” o “me hizo más fuerte”, intenta simplemente:

“Esto dolió. Me rompió. Me cambió.”
Nombrar las cosas como son sin disfrazarlas es el primer acto de humanidad.

2. Sentir, no solo entender

Hay cosas que no se analizan con lógica: se sienten. Permítete la rabia, la tristeza, el vacío, el miedo. No te apures a encontrarle “el aprendizaje” si todavía no estás lista. Humanidad es permitirte sentir incluso lo que es incómodo.


3.  No exigirle belleza a lo que solo necesita ser visto

No todo dolor se vuelve poesía. No toda herida necesita “sentido”. A veces, lo feo solo pide ser validado. Escuchado. Acompañado. Y ahí hay un acto radical de amor: no huirle al caos del otro ni al tuyo.


4. Practicar la presencia sin juicio

Con uno mismo y con los demás. Estar presente cuando alguien te dice:

“No estoy bien.” "Y en vez de responder “todo pasa”, decir:
“Estoy aquí.”
Eso es mirar lo feo sin cerrar el corazón.

5. Reconocer que hay belleza en la verdad, no en la estética

Lo que es auténtico, aunque duela, tiene su propia forma de belleza. No porque se vea bonito, sino porque es verdadero, íntegro, profundo.


6.  No convertir la resiliencia en obligación

Dejar que el proceso sea propio, no impuesto. No se trata de “salir adelante para inspirar a otros”. Se trata de sobrevivir sin dejar de sentir. Y eso, en un mundo que nos exige estar bien todo el tiempo, es profundamente humano.


7. Crear espacios donde lo feo también tenga lugar

En tu trabajo En tus relaciones. En tu historia. No todo tiene que estar resuelto para ser contado. No todo tiene que ser superado para ser compartido. A veces, escribir o decir: “Esto me sigue doliendo” es más transformador que una frase perfecta Aprender a mirar lo feo sin dejar de ser humanos es resistir la tentación de cerrar los ojos ante lo incómodo. Es no volvernos piedra. Es no anestesiarnos. Es quedarnos ahí… sin pretender entenderlo todo, pero sin dejar de sentir. Porque en esa mirada honesta aunque tiemble sigue latiendo la parte más viva de nosotros.

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Referencias


  • American Psychological Association. (2022). Understanding trauma and resilience.

  • Bonanno, G. A., et al. (2021). Trauma and human resilience: The limits of growth from adversity. Harvard Review of Psychiatry.

  • Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2023). Violencia contra las mujeres: Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH).


 
 
 

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