Escuchar al cuerpo: lo que las dolencias silenciosas intentan decirnos
- Angélica

- 16 jul
- 2 Min. de lectura
Hay dolores que no gritan, pero se quedan.
Un nudo en la garganta, una punzada en la espalda, un cansancio que no se explica con las horas dormidas. El cuerpo, a veces más sabio que nuestras palabras, empieza a hablar cuando no lo hacemos nosotros.
En esta vida acelerada, aprendimos a silenciar al cuerpo con pastillas, con frases como “es normal” o “ya se me pasará”, con agendas tan llenas que no hay espacio ni para un bostezo consciente. Pero el cuerpo noble y terco insiste. Y cuando no lo escuchamos, susurros se convierten en gritos.
Dolencias que parecen “pequeñas” como migrañas, gastritis, tensiones musculares o trastornos del sueño muchas veces son alarmas sutiles del cuerpo ante desequilibrios emocionales, mentales o incluso espirituales. La psiconeuroinmunología ha demostrado que nuestras emociones no solo viven en la mente: habitan cada célula, y pueden impactar directamente el sistema inmune, digestivo, nervioso.
No, no es magia. Es ciencia con alma.
Las emociones no expresadas, el estrés crónico o el desgaste emocional no resuelto pueden manifestarse como dolencias físicas. Louise Hay, escritora estadounidense decía que cada parte del cuerpo tiene un mensaje. La espalda, por ejemplo, suele cargar lo que no decimos. El estómago, lo que no digerimos. La garganta, lo que no expresamos. No es una fórmula exacta, pero invita a una pregunta:
¿Y si lo que me duele es lo que no he podido nombrar?
Escuchar al cuerpo es un acto de amor propio. No solo ir al médico cuando algo duele, sino aprender a registrar las señales antes del dolor:
¿Cómo se siente mi respiración hoy?
¿Dónde estoy acumulando tensión?
¿Qué parte de mí está pidiendo descanso o movimiento?
A veces, lo que el cuerpo necesita no es otra taza de café, sino una pausa. No es más productividad, sino más contacto humano. No es una solución inmediata, sino una mirada amable.
La somática, una corriente terapéutica que considera el cuerpo como parte fundamental del proceso emocional, propone que el cuerpo no solo reacciona al mundo: también lo recuerda. Cada músculo guarda memorias, cada órgano resuena con vivencias. Y sanarlo implica también honrar lo vivido.
Escuchar al cuerpo no es fácil. A veces duele. Pero también sana, reconcilia, devuelve el centro.
Porque el cuerpo no nos traiciona: nos protege, nos guía, nos habla.
¿Y si empezamos a escucharlo no solo cuando grita, sino cuando apenas susurra?

Fuentes consultadas:
Kiecolt-Glaser, J. K., McGuire, L., Robles, T. F., & Glaser, R. (2002). Emotions, morbidity, and mortality: New perspectives from psychoneuroimmunology. Annual Review of Psychology, 53, 83–107.
Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). Trauma and the Body: A Sensorimotor Approach to Psychotherapy. Norton & Company.
Hay, L. (1984). You Can Heal Your Life. Hay House.
Van der Kolk, B. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Viking.











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